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La hoja de ruta: un ejercicio de construcción colectiva

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En el momento en que los empresarios deciden implementar iniciativas cluster, uno de los desafíos está relacionado con la elaboración de la hoja de ruta. Este ejercicio, más allá de incluir cifras, metas y estadísticas, debe plasmar lo que realmente necesita una cadena de valor en un territorio específico y equilibrar las tendencias globales con las locales.

En términos sencillos, una hoja de ruta es un proceso que combina análisis estratégico y gestión del cambio. El resultado es un plan de acción con objetivos específicos cuyo fin es reforzar la competitividad en el largo plazo de las empresas de un cluster. Es primordial un análisis del contexto para identificar los actores, los retos a futuro y la manera de alcanzarlos. 

“Debe ser una construcción colectiva que parta de la base y contemple todos los componentes del ecosistema empresarial, sin olvidar las personas que hacen parte de los diferentes procesos. Es fundamental no asumir concepciones predeterminadas para tener resultados efectivos”, señala Andrés Cerda, consultor senior en Competitiveness. 

En su opinión, para que una hoja de ruta no se quede en el papel, hay que llegar a consensos sobre la estrategia competitiva, los retos que afronta la cadena de valor del cluster y las necesidades reales de los empresarios. “Por eso es necesario actualizarla periódicamente y ajustarla en función de los avances tecnológicos, demográficos y ambientales”.

Otro punto es la identificación y segmentación de las empresas que hacen parte de la iniciativa cluster, teniendo en cuenta sus características, la demanda a la que acceden y el tipo de negocios que realizan.

De acuerdo con Cerda, “es fundamental consolidar un equilibrio entre las tendencias locales y las globales, teniendo cuidado de no llegar a los extremos, porque las metas podrían ser inalcanzables o no generar transformaciones significativas”.

El experto también recomienda los procesos de ‘benchmarking’ para conocer las empresas que han superado exitosamente los retos que afronta la cadena de valor local y tratar de anticipar los cambios que podría tener el contexto en el futuro cercano (3 o 4 años), de manera que los empresarios sean capaces de identificar los negocios a los que pueden aspirar y sus respectivas ventajas competitivas.

Para que ninguno de estos aspectos se quede por fuera al momento de elaborar una hoja de ruta, es importante buscar la asesoría externa que brindan las cámaras de comercio del país, teniendo en cuenta que manejan metodologías exitosas y estrategias novedosas para lograr que se cumplan los objetivos de la iniciativa cluster.

“La hoja de ruta es un maravilloso ejercicio de descubrimiento que puede ayudar a derribar paradigmas, gestionar el cambio y conectar con lo humano por encima del aparato económico. Justamente por eso debe ser un instrumento focalizado que, si bien permite la participación en convocatorias públicas, no puede ser su único fin”, concluye Cerda.

 

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